La danza no es estática, está sujeta al dinamismo del hombre, por lo que sabemos que viajó con las esclavas que iban de oriente a occidente y viceversa, y siguiendo las conquistas musulmanas llegó hasta Al Andalus. Tanto la danza como la música y la poesía se transmitieron en los palacios de Granada, Córdoba y Sevilla. Aclaremos que durante este período hubo un fenómeno de intercambio cultural entre Egipto, Bagdad y otras ciudades andalusíes. Además, las repercusiones de la cultura egipcia sobre civilizaciones mediterráneas como la griega y la romana alcanzaron todas las facetas del arte, y la danza no estuvo sólo no estuvo excluida, sino que fue una de las más destacadas. Del mismo modo, la danza del vientre se vio afectada por matices de otros pueblos, ajenos a ella en sus orígenes. Así, contiene elementos africanos (a raíz de la ocupación etíope del sur de Egipto), otros persa, macedonios de la época de dominación griega, e incluso beréberes (los magrebíes y beduinos llegaron en repetidas oleadas migratorias), sin olvidar a los árabes, turcos somalíes u otomanos y mamelucos. De todas formas, estos aportes no atentan contra los antiguos orígenes faraónicos de la danza, sino que la abonaron para que posteriormente surgieran otros estilos.
Muchos aspectos de la danza oriental fueron llevados a Occidente durante el S IXI, mediante cuadros y esculturas de la autoría de artistas occidentales inspirados en estos singulares movimientos, y
sobre todo en la atmósfera generada en torno a estas manifestaciones; la existencia de bailarinas en el harén, los mercados y los baños públicos era inusual para los pintores e investigadores
occidentales, que provenían de un continente donde el baile se contemplaba en escenarios. Así, el público occidental se fascinó con la danza, y este hecho generó un marcado incremento en el turismo ,
a la vez que el deseo de mujeres europeas, latinoamericanas, norteamericanas y japonesas de aprender a sentir la magia de este baile, y de todo lo ligado a él, como el canto, los tatuajes, la novela,
los perfumes y los cosméticos orientales; y en muchos casos numerosos grupos de mujeres interesadas han viajado a Oriente para embeberse de toda esa cultura y para tomar clases con profesionales
nativos, apuntando luego a divulgarla en sus países de origen. A su vez, los pintores y escritores orientalistas incluyeron en sus obras el análisis del baile, el canto, el idioma y las costumbres de
la mujer oriental desde la Antigüedad.